Educación para terminar con la desigualdad

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La Comisión Europea ayuda a los Estados miembros a garantizar que sus sistemas educativos funcionen, y los datos compilados en el Monitor de la Educación y la Formación, que se publica anualmente, forman parte importante de esta labor. La última edición pone de manifiesto que, si bien los Estados miembros están haciendo progresos para conseguir la mayoría de los objetivos de la UE en lo que respecta a la reforma y la modernización de la educación, son necesarios más esfuerzos para lograr la igualdad de oportunidades en este ámbito.

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Tibor Navracsics, comisario europeo de Educación, Cultura, Juventud y Deporte, ha declarado: «La desigualdad sigue privando a demasiados europeos de la oportunidad de aprovechar al máximo sus vidas. Supone también una amenaza para la cohesión social, el crecimiento económico a largo plazo y la prosperidad. Además, muy a menudo, nuestros sistemas educativos perpetúan la desigualdad: cuando no se ocupan de las personas procedentes de los entornos más desfavorecidos, o cuando el estatus social de los padres determina el nivel de formación y hace que la pobreza y la escasez de oportunidades en el mercado de trabajo se transmitan de una generación a otra. Tenemos que hacer más por superar estas desigualdades. Los sistemas educativos desempeñan un papel importante en la construcción de una sociedad más justa, al ofrecer las mismas oportunidades a todos los ciudadanos».

El nivel de estudios determina de manera importante los resultados sociales. Las personas que solo poseen un nivel de educación básico tienen casi tres veces más probabilidades de vivir en la pobreza o la exclusión social que las que completan la educación terciaria. Los datos más recientes del Monitor muestran también que, en 2016, solo el 44 % de los jóvenes de entre dieciocho y veinticuatro años que habían completado el primer ciclo de secundaria tenían empleo. En el conjunto de la población de entre quince y sesenta y cuatro años, la tasa de desempleo es también mucho más elevada para aquellos que solo cuentan con la educación básica que para quienes poseen estudios superiores (un 16,6 % frente a un 5,1 %). A su vez, el estatus socioeconómico determina los resultados de los alumnos: hasta el 33,8 % de los alumnos procedentes de los entornos socioeconómicos más desfavorecidos obtienen bajos rendimientos, frente a solo el 7,6 % de sus compañeros más privilegiados.

Uno de los objetivos de la UE para 2020 es reducir al 15 % el porcentaje de alumnos de quince años con bajos rendimientos en lectura, matemáticas y ciencias. No obstante, en realidad, la UE en su conjunto se está alejando de este objetivo, en particular en lo que respecta a las ciencias, donde el número de alumnos con bajo rendimiento aumentó del 16 % en 2012 al 20,6 % en 2015.

Las personas nacidas fuera de la Unión son especialmente vulnerables. Este grupo se encuentra a menudo expuesto a múltiples riesgos y desventajas, como tener padres pobres o con un bajo nivel de capacidades, no hablar la lengua local en casa, tener acceso a menos recursos culturales, padecer aislamiento y contar con pocas redes sociales en el país de inmigración. Los jóvenes de origen migrante corren un riesgo mayor de fracaso escolar y de abandono temprano de los estudios. En 2016, nada menos que el 33,9 % de las personas de entre treinta y treinta y cuatro años residentes en la UE pero nacidas fuera de ella poseían un nivel de capacidades bajo (habían completado, como mucho, el primer ciclo de secundaria); en el mismo grupo de edad, solo el 14,8 % de las personas nacidas en la UE se encontraba en esta situación.

En el conjunto de la UE, la inversión en educación se ha recuperado de la crisis financiera y ha aumentado ligeramente (un 1 % interanual en términos reales). Aproximadamente dos tercios de los Estados miembros registraron un aumento. Cuatro países aumentaron su inversión en más de un 5 %.

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