Educación medioambiental e inclusiva para un futuro sostenible

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La naturalización de los espacios educativos se transforma en un elemento indispensable para formar las futuras generaciones hacía un modelo vital, social y productivo sostenible.

Solo si conseguimos educar en valores de respeto al medio ambiente y a la diversidad podremos asegurar un futuro sostenible. Dada la existente problemática actual con respecto al cambio climático, el agotamiento de recursos naturales, la biodiversidad y los retos ambientales, sociales y económicos, se hace prioritario que las escuelas se adapten a la Agenda 2030 establecida por la ONU y que pongan en marcha planes de acción que avancen hacia dicho desarrollo sostenible. Esto, significa buscar una educación de calidad que facilite los recursos necesarios para un aprendizaje que promocione la sostenibilidad medioambiental y pueda ser aplicado al entorno.

Para conseguir este objetivo, es necesario reenfocar los proyectos educativos desde un planteamiento metodológico basado en la convivencia, la práctica de gestión de los recursos y las propias experiencias de los alumnos, que deberán proyectarse hacia el exterior. Además, la comunidad escolar deberá contar con un entorno donde se integren soluciones y herramientas basadas en la naturaleza y que permitan poner en práctica este aprendizaje.

Desde algunas entidades sociales, ya hemos puesto en marcha proyectos para transformar los centros escolares y hacer realidad estos nuevos modelos de aprendizaje, conectados un entorno natural y la sostenibilidad medioambiental. Mediante la utilización del diseño, la naturaleza y la tecnología creamos soluciones para entornos escolares saludables, sostenibles y amablemente habitables, donde los niños puedan llevar a cabo un aprendizaje colectivo.

Gardening Project

Un ejemplo de ello es ‘Gardening Project’, un programa educativo puesto en marcha por la línea de Soluciones Verdes Urbanas de Fundación Juan XXIII y el British Council School. En este proyecto de educación, se sensibiliza a los niños sobre el medioambiente, la problemática actual que vivimos y cómo son las relaciones de interacción e interdependencia del ser humano con el entorno natural. Todo ello, con un enfoque transversal, que educa en la diversidad hacia la inclusión gracias a la participación de personas con discapacidad intelectual en el desarrollo de los talleres.

Esta iniciativa, se desarrolla concretamente a través de transformar el espacio educativo en un entorno más natural con elementos que despierten la curiosidad y el interés del alumnado. Las clases se imparten al aire libre utilizando como recursos los huertos escolares y un laboratorio sensorial de la naturaleza.

En los huertos los niños se convierten en pequeños agricultores que aprenden sobre los ciclos de los cultivos, el consumo sostenible, las diferencias entre las especies vegetales o la agricultura ecológica, despertando además su curiosidad y su concienciación sobre el cuidado de la tierra y la importancia de una alimentación saludable. A su vez, el laboratorio cuenta con un pequeño estanque y un espacio ajardinado con más de 300 plantas de 50 especies diferentes, una estación meteorológica y nichos construidos con una variedad de elementos naturales que permite al alumnado una experiencia sensorial del espacio educativo.

La naturalización del espacio escolar, facilita los recursos para que los niños desarrollen habilidades psicomotoras, sociales y personales, y la curiosidad y atención para comprender ciertos conceptos teóricos vinculados con la sostenibilidad de manera totalmente empírica.

Fomentar la concienciación y la comprensión

La puesta en marcha de este tipo de proyectos educativos nos proporciona las herramientas necesarias para abordar los retos medioambientales, fomentando una mayor concienciación, comprensión y capacidad crítica de los estudiantes ante esta problemática global. Además, la participación de personas con discapacidad intelectual y/o enfermedad mental en el equipo de formadores traslada una visión empoderada y normalizada de estas personas desde edades tempranas.

En definitiva, gracias a la puesta en marcha de este proyecto, alrededor de 300 alumnos, con edades entre 4 y 6 años, de tan solo un centro educativo, pueden responder, muy probablemente mejor que sus padres, a algunas cuestiones prácticas tan importantes como la temporalidad de frutas y verduras, el impacto de comer productos de cercanía, los ciclos de los cultivos, el consumo sostenible y la agricultura ecológica, entre muchas otras.

Por todo ello, se hace esencial que, poco a poco, el sistema educativo y los centros escolares en su conjunto comiencen a fomentar este tipo de programas para formar a sus alumnos de una manera práctica en el respecto socio-medioambiental. Pues, solo así podremos avanzar hacia un futuro sostenible.


Thais Valero Infante
Gerente Soluciones Verdes urbanas
Fundación Juan XXIII

Image Credits: AnneLaure Artaud, Unsplash